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Cuando no basta la palabra

Entre las cosas que hacen especial el alpinismo no es la menos importante el hecho de que no tenga jueces ni árbitros. Sólo contamos con la propia honradez para dar por buenos los triunfos y aún los fracasos. En una entrevista, Walter Bonatti, el alpinista que mejor representa los valores del alpinismo, afirmó que mentir en montaña es lo peor que puede hacerse porque “…significa muerte, deshonor, todo lo peor, en suma”.

Por eso la palabra de un alpinista es la que le otorga su verdadera talla, pues hace falta tanto coraje y ética para afirmar que se ha conseguido una cumbre como para reconocer las razones de la derrota. A cambio, tenemos la certeza de que no hay fracasos en la montaña, salvo no regresar a casa. ¿Alguien hubiese dudado de la palabra de Mallory, Shipton, Terray, Bonatti, Bonington o Messner? Por supuesto que no porque ellos, y tantos y tantos otros montañeros, con menos renombre pero igual compromiso con la aventura que llena sus vidas, sabían y saben que lo verdaderamente importante no es la victoria o la derrota, sino el comportamiento ante ellas.

Es por eso que resulta especialmente grave cuando alguien decide mentir adjudicándose una cima que no ha pisado, rompiendo así un pacto no escrito, y de paso la elemental ética que nos obliga a todos los que hemos hecho del alpinismo algo más que un deporte. El excelente trabajo de investigación que está llevando a cabo la revista Desnivel ha desvelado las más que razonables dudas sobre el logro declarado de Carlos Pauner de haber culminado los 14 ochomiles. Sin duda no es el primer alpinista español sobre el que penden sospechas, (que los interesados nunca han aclarado, pasando a la lista más negra en la que puede figurar un alpinista) cómo ya ocurrió con la concesión de un Piolet de Oro español por una escalada nunca demostrada. Pero este caso es especial por la relevancia y por las importantes ayudas públicas recibidas durante años que permitieron a Pauner llevar a cabo sus expediciones. Si se cuestiona el logro, y por tanto la ética del mismo, lo que se está cuestionando también es el criterio y la oportunidad de esas ayudas que deberían haber ido a parar a otros deportistas.

A partir de sus propias declaraciones en las redes sociales en las horas y días siguientes a su ascensión así como entrevistas realizadas a los alpinistas finlandeses que fueron por delante, y que según sus declaraciones no hicieron cumbre ese día, la redacción de Desnivel ha sacado a la luz no sólo la imposibilidad de que la pisara Pauner sino que -lo que es aún peor-, a sabiendas, fue cambiando su versión hasta declarar que “el Shisha ya está hecho y no pienso volver” Sin duda, son tiempos difíciles en los que la entrada de dinero de patrocinadores o entes locales pueden presionar a los alpinistas y llevarlos “al lado oscuro”, igual que a otros deportistas de otras especialidades. La diferencia es que en esos otros deportes hay controles antidoping, jueces y organismos que se encargan de expulsar a los que no juegan limpio. El alpinismo no tiene más que la palabra, la honradez, la ética. Por eso las presiones ni el dinero pueden convertirse en excusas para traicionarse a uno mismo y a los compañeros. Porque, cuando ya no basta la palabra, ¿qué nos queda?