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Alonso, un podio con sabor agridulce

El segundo puesto de Alonso en Montreal ha provocado una especie de euforia colectiva que, permítanme esta vez, no ha llegado a contagiarme. Desde luego que el asturiano protagonizó una magnífica carrera, con una remontada que legitimó las esperanzas que había expresado la jornada anterior siempre que se disputara en seco, como así fue. Pero más allá del perecedero valor de un resultado aislado, la impresión que me dejó el GP de Canadá fue que Vettel metió una auténtica paliza a todos sus rivales, porque se encuentra en un estupendo momento de forma y porque su Red Bull, cuando funciona como es debido, parece inalcanzable. Es decir, un panorama descorazonador para el resto de los aspirantes al título, considerando que su más inmediato perseguidor, que precisamente es el asturiano, está ya a 36 puntos de ese liderato.

No pretendo, desde luego, ser aguafiestas ni sentirme derrotado antes de tiempo. Sé que queda mucho campeonato por delante, que este Ferrari es el más solvente de los últimos años y que estando Alonso por medio nunca se debe renunciar a nada… Soy consciente y es a lo que me aferró para seguir confiando, para seguir soñando. Pero como el deporte es una cuestión de sensaciones, lo cierto es que la mía de ayer no fue nada positiva. La brecha con Vettel no se reduce sino que se amplía y los síntomas de debilidad que dio su coche en las primeras citas del año también parece que se esfuman poco a poco. Por supuesto que contemplo la posibilidad de que en algún momento falle y que eso apretaría de nuevo todo en cabeza… pero tampoco debemos descartar errores de Alonso, con lo que estaríamos en las mismas. En fin, que disfruté mucho de la carrera del español, me consoló que minimizara los daños pero todo ello no fue suficiente para que me sienta feliz con ese podio. Vendrán tiempos mejores, seguro…