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Sesenta años de Everest

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"Se cumplen sesenta años de la conquista del Everest". Tomás Roncero, en la reunión diaria del periódico, salta: "¡Más que la Copa de Europa!". No es descabellado comparar ambos acontecimientos como competiciones deportivas, y, sí, el hombre lleva más tiempo subiendo al techo de la Tierra, que el Madrid ganando la actual Champions. Ascender al Everest es un auténtico deporte, y si gran parte de éstos tienen su origen en Gran Bretaña, de allí también partieron las primeras expediciones al Everest, tanto los primeros intentos de Mallory en los años 20, como la conquista de Hillary en 1953. Cuando éste holló la cima, le siguió su sherpa Norgay. La carrera quedaba abierta. Desde entonces van más de 6.000 personas las que han hecho cumbre.

¿Y por qué subir al Everest? "Porque está ahí", quedó como respuesta de Mallory cuando le preguntaron la razón. Murió en el intento. Como Irvine. Ya son unos 250 montañeros los que se han dejado la vida por querer llegar más alto que nadie. Se trata de una carrera a veces mortal. El deporte extremo, la competición, llevado hasta los límites, tiene estas consecuencias. Y no son ni uno, ni dos, ni cien, quienes todos los años intentan subir. En esta carrera, los españoles nos encontramos junto a coreanos, rusos, franceses y canadienses, con alrededor del centenar de cumbres. Nos ganan, por supuesto, los sherpas nepalíes, y también montañeros estadounidenses, chinos, británicos, japoneses e indios. Por cierto, subir cuesta entre 20.000 y 70.000 dólares.