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Catorce años de vergüenzas

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Onye Ikwuakor, director jurídico de la Agencia Antidopaje Estadounidense, ha dicho que Armstrong vivía en España, porque aquí era más fácil doparse. Esto sucedía en 1999. Catorce años después, los hechos nos dicen que, en contra de lo que creíamos, seguimos siendo un país de pandereta en materia antidopaje. Con una Agencia que nunca actúa por falta de competencias o por falta de pruebas. Con una ley antidopaje recientemente aprobada por nuestros políticos que los juristas dudan de su eficacia. Con una senadora-atleta que está en boca de todo el mundo por triples indicios de dopaje, y que ni habla ni dimite. Con su presidente que tampoco quiere saber nada del tema. Lo dicho: una vergüenza.

De nada vale que la opinión pública se haya sensibilizado y condene el dopaje; tampoco, que los medios de comunicación muestren una posición unánime y firme. Aquí, los organismos competentes están al lado del sospechoso. Ejemplo, Ana Muñoz, directora de la Agencia Antidopaje, hablando de Marta Domínguez y la Operación Galgo: "La juez no dice que Marta se dopara, sino que 'no pueden confundirse hechos que pudieran ser constitutivos de delitos de dopaje con los que aquí se investigan'. Utiliza el término potencial, pero no afirma que Marta se dopara". Tampoco lo contrario, y es a partir de ahí donde una Agencia tiene que investigar. ¿O es que va a ser menos que la IAAF? Pues por lo visto, sí. Esa es la vergüenza.