Entre todos los madridistas le facilitaron el triunfo al Atlético. Y no lo digo por la plantilla blanca porque, aunque habló a cuentagotas, no hubo ninguna palabra de menosprecio hacia el conjunto rojiblanco. En la previa, y desde el sector madridista, se llegó incluso a decir que hasta el Castilla podría despachar a los del Manzanares. Era una exageración pero tal era el estado de euforia en el Madrid. Ajeno a las apuestas, los comentarios y las bromas de mal gusto, Simeone preparaba mientras tanto la final desde su sitio talismán. En tierras segovianas el Cholo concienció a su equipo de que era posible ganar.
Los madridistas más osados no advirtieron que el Atlético es un equipo diferente cuando hay una final en juego. Ya sucedió ante el Athletic y frente al Chelsea. El guión fue parecido. En todas las finales con Simeone al mando, el equipo salió poco menos que derrotado y en las tres resultó vencedor. La cara del técnico en la rueda de prensa lo decía todo. El triunfo en el Bernabéu es un golpe de efecto de cara al futuro más inmediato y una muestra de que los otros dos grandes deben contar con el Atleti. Y mejor para él si los demás le vuelven a menospreciar. El equipo se va hoy a Singapur en una mezcla de placer y negocios. A la vuelta espera el Mallorca y el homenaje del Calderón a los campeones de Copa. Y después comenzarán a preparar la próxima campaña. El objetivo será el mismo, volver a visitar Neptuno, una sana costumbre en los últimos años.