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El fútbol continúa en su burbuja

Lo peor de que haya un millar de entradas sin vender para la final de Copa no es la mala organización, la resistencia del Madrid a ofrecer datos o la voracidad recaudatoria de las partes. Lo más duro es tener que repetir la tabla de precios: de 50 a 275 euros. Sin derecho a prismáticos ni cena incluida. Y si van en pareja adviertan que hay que multiplicar por dos (divorciarse puede salirle más barato). Así es. Lo que debía ser un acontecimiento festivo y familiar se ha convertido en un espectáculo para ricos. Y la obscenidad se hace más relevante con la que está cayendo, con la crisis reinante y con seis millones de parados.

No, no es demagogia. Para ver esta final de Copa, o tienes pasta o tienes enchufe. Frente a la selecta prole de paganinis se sitúa el ejército de invitados por clubes y Federación, entre los que se colará gente a la que importe poco o nada el partido, convocados por el gañote y el ambiente. A eso hemos llegado. A blindar el acceso a las entradas hasta convertir su compra en un poco menos que un misterio, a encarecerlas indecentemente y a mirar para otro lado. Resultado: a tres días de la final, mil entradas por venderse.