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Triunfo sin sacar pecho

Finalista sin alardes. El Real Madrid vuelve dieciocho años después a una final de la máxima competición continental y lo hace con tantas opciones como reservas, con tanta ilusión como cuidado. No hay aún nada que celebrar ni reivindicar. Este Madrid no ha encontrado motivos para sacar pecho por jugar una semifinal, ni siquiera una final. Sólo vale ser campeón, por el tamaño de la ocasión y por los años que se ha demorado en aparecer. Además no hizo ayer el Madrid el mejor de sus partidos y sufrió hasta el último minuto ante un Barcelona disminuido. El equipo de Pascual sufrió la falta de recambios para Tomic y Navarro y perdió para siempre la esperanza de que Lorbek comparezca en la temporada. La defensa caja y uno que ordenó Laso en el último cuarto le comió los espacios a Tomic y le quitó el aliento a Navarro con la barba de Sergio Rodríguez. Felipe Reyes trabajó en defensa contra Lorbek y en constantes amenazas de ayudas. De las ocho canastas en juego que metió el Madrid en el decisivo último cuarto seis llegaron tras asistencia y cuatro de ellas fueron obra de Felipe. Método y proceso ofensivo de toda la temporada y ejecutor de toda la vida.

Felipe y Sergio, dos años después. Antes de finalizada la primera semifinal ya me llegaron avisos por redes sociales de que ni me atreviera a nombrar a Messina, ni mucho menos a culparlo de nada. Messina ha jugado a ser Mourinho reclamando que él pasó antes por esos tragos del luso y se ha ganado adeptos entre la afición tiempo después de su marcha, por sinergia de enemigos comunes. Hasta horas antes de esta Final Four, dos años después de dejar el Madrid, el italiano ha estado recordando con obsesión la supuesta inquina que le tiene la prensa madrileña, una hipérbole desmedida si pretende comparar el seguimiento y la crítica de la prensa especializada del baloncesto con la repercusión generalizada en el fútbol. También, muy al estilo Mourinho, en el descanso de su partido contra Olympiacos, estando doce puntos abajo, responsabilizó del resultado a la falta de actitud e intensidad de sus jugadores. Cuatro horas después se erigieron héroes de la victoria madridista dos jugadores, Felipe y Sergio Rodríguez, que vivieron más sombras que luces y deambularon como secundarios precisamente en el Madrid de Messina.

La caída de un ogro grande y lento. En la primera semifinal casi no hubo partido. Se consumó la sorpresa desde el parcial 2-12 favorable a Olympiacos al final del primer cuarto. Se impuso la defensa griega, rápida en las reacciones, creyente y practicante en la anticipación sobre los rivales. El gusto de Ettore Messina por el tamaño (ya practicado en su etapa en el Real Madrid) jugó en contra del CSKA de Moscú ante una combinación sobresaliente de condición y preparación del equipo de Bartzokas. El partido fue una hecatombe ofensiva del equipo ruso personalizada en Teodosic, Papaloukas y Krstic,­ en una actuación impropia de su estatus y categoría. Perdió el favorito, motivo suficiente para no caer en el error de subestimar a Olympiacos, un equipo que quiere vestirse de cenicienta dos veces en tres días.