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Al Pipa se le derrumba lo que levanta

A la afición del Bernabéu se le ha atragantado Higuaín. El día después del Borussia, con ocasión de la visita del Valladolid, el delantero se llevó los silbidos de una parte bastante amplia de la grada cada vez que tocó el balón. Se le condena, seguramente, por el error con mayúsculas de no convertir en gol la ocasión del siglo en el minuto 3, con todo a favor ante la portería alemana. Y también porque llueve sobre mojado, ya que el Pipa no tiene luz en momentos tan decisivos. Aún da vueltas en la memoria aquel palo a puerta vacía en Champions, frente al Olympique de Lyon. En definitiva, que a Higuaín ya no se le perdona nada, porque la memoria no existe en fútbol. De poco le vale el currículum goleador y los días de felicidad que ha ofrecido al madridismo.

La realidad es que Higuaín pelea contra su fecha de caducidad en el Madrid. El pasado verano estaba fuera, con despedidas incluidas y camiseta de recuerdo firmada por sus compañeros. Pero se quedó, para sorpresa de todos, y empezó a construir el edificio desde la base, ganándose a duras penas la credibilidad de una afición que no termina de digerirle. Se le valora la entrega, la disposición a dar la cara, pero en cada gol que falla se derrumba todo lo que levanta. Es cierto, por otra parte, que la frialdad de Benzema le da cierto valor al perfil guerrillero de Higuaín, pero realmente ninguno de los dos está grabado a fuego en el corazón de la afición. El Pipa tiene precio y los silbidos del Bernabéu le invitan a tomar una decisión tan dolorosa como irremediable.