La riqueza del fútbol, la continuidad de Mancini y el ginseng
Fútbol y riqueza. El fútbol, bien cuidado, crea empleo y riqueza. Los dos gigantes de Manchester proporcionan a la provincia unos 350 millones de euros al año y permiten la continuidad de 8.500 trabajos en la zona. El tónico financiero equivale a tener unos Juegos cada cuatro años y es ocho veces lo que el Rangers y el Celtic proporcionan a Glasgow. Se ha calculado que el United ha recaudado publicidad para la ciudad por valor de 1.000 millones de euros en los últimos 21 años. Es un estudio encargado por Marketing Manchester, que confirma que el deporte es crucial a la hora de promocionar una ciudad como lugar turístico y centro de negocios. Igual está bien recordar eso para los que hacen del fútbol una guerra tribal. La popularidad de la Premier atraerá 3.000 millones de euros en las próximas dos décadas, según el mismo cálculo.
Hablando del Manchester. Dice Roberto Mancini que no sabe por qué Txiki Beguiristain se vio con el agente de Manuel Pellegrini en Madrid la semana pasada. Una pista: si se consigue convencer a los dueños y también a la afición, Mancini no continuará en el club aunque gane la Copa. Hay muchas razones deportivas: los jugadores necesitan un cambio de aires y más instrucciones, y el club, una cara más amable que le represente. Pero si los dueños no acaban de tenerlo claro, continuará otra temporada.
Tratamientos. Una de las entrevistas más extraordinarias leídas este año se le realizó a Danny Mills. Este exjugador del Leeds admitió abiertamente que los futbolistas están dispuestos a hacer “cualquier cosa” para conseguir estar un paso por delante de sus compañeros o rivales. “Incluso viajan a ver médicos en el extranjero para recibir tratamientos ilegales. Se juega con una intensidad tan alta que para competir al máximo nivel, se hace cualquier cosa. Todo el mundo está cada vez más en forma, más fuerte, intenta evitar lesiones y se busca una idea nueva, una cura milagrosa para volver a los terrenos cuanto antes”. Antes del Mundial 2002, los internacionales pasaron seis meses de pruebas de saliva, sangre, orina y les dieron pastillas para sus deficiencias. “Seis por la mañana y seis por la tarde”, añade Mills. “Era todo legal, magnesio, ginseng. Todo el mundo lo tomaba. Quería ser el mejor. Ya nos preocuparemos en 10 o 15 años de cómo afecta al cuerpo”.