Otro regalo atlético al Real Madrid. Salvo las ganas y profundidad de Diego Costa, los milagros de Courtois y algunos detalles de Adrián, las camisetas blancas asustaron a los rojiblancos. Tampoco Simeone puede sentirse orgulloso. Se olvidó de la pelota, apostó por el físico y al final, a morder el polvo. Sigo sin entender la presencia de Óliver durante el segundo tiempo calentando en la banda. El técnico debe analizar la segunda vuelta del equipo, que está siendo peor que mala. Era casi imposible que el Madrid lo pusiera tan en bandeja y el Atlético pegó la cantada habitual. Juanfran se metió el primer gol y Mario Suárez regaló el segundo. Insuperables en meter la pata.

Los que no fallaron, los de siempre. La grada vio cómo toda la ilusión se la cargó el equipo. El silencio del final es un mensaje para la plantilla. Menos mal que tampoco es trascendente este fiasco. Lo importante es la final copera del Bernabéu y ya estamos acostumbrados a ir de víctimas (nos lo hemos ganado a pulso) y salir por la puerta grande. Lo que está claro es que de fútbol no hubo nada de nada y es el momento de hacer la revolución. Volvemos a ser buenos vecinos. Dejamos que tengan moral para la Champions y ni nos lo agradecen.