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Un extraño celo garantista

Gaumont está en coma. Fue ciclista destacado y se supone que el organismo le ha pasado factura por el dopaje que confesó en su libro publicado en 2005. En España, me aseguran, también tenemos a un deportista ingresado en estado muy grave a consecuencia de una septicemia después de haberse realizado una transfusión de sangre. Pero aquí no decimos quién es. Se supone que la Agencia Estatal Antidopaje (AEA) lo sabe, pero tampoco revela su nombre en base al secreto médico profesional. Que se sepa, la AEA no es un organismo médico, sino un organismo público creado específicamente para la represión del dopaje y para prevenir la salud de los deportistas. Pues la mejor manera de protegerles es no ocultándoles ninguna información.

De las consecuencias terribles del dopaje sabemos porque llegamos a conocer episodios como el de Gaumont. Pero si nos callamos que aquí tenemos un caso parecido, mal vamos. Aquí ha habido muertes nunca bien aclaradas, aquí tenemos a una deportista, también me aseguran, sancionada a tres años y tampoco sabemos de quién se trata. Todo por ser más garantistas que nadie. Garantista también lo es Odriozola, experto en llevar la presunción de inocencia hasta los extremos más insospechados, y ya vemos la fama que se ha ganado. La AEA no desvelaría ningún secreto de estado cada vez que diera detalles de los casos de dopaje. Al contrario, ayudaría a que nos concienciáramos del problema. Ejemplo: el desgraciado trance que vive Gaumont.