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Cuando el trabajo suple al talento

Hay pilotos con más talento que otros. Son aquéllos a los que todo les sale fácil, tienen un don natural para ir deprisa y su esfuerzo es inferior al de los demás. Cuando se llega a la élite, la mayoría disfruta de esta cualidad, aunque incluso a ese nivel hay diferencias. Los que están menos capacitados cuentan, sin embargo, con la oportunidad de neutralizar lo que podría parecer un inconveniente irresoluble. Y la fórmula es trabajo, trabajo y trabajo. Donde no llega el virtuosismo lo hace el esfuerzo y la dedicación, así que la historia está repleta de grandes campeones que forjaron su palmarés a golpe de sacrificio.

Uno de estos casos puede ser el de Terol. No tiene ciertas virtudes que atesoran Pol o Márquez y, sin embargo, es campeón del mundo de 125cc y ahora brilla en Moto2. Y es así porque nunca se rinde, trabaja sin descanso persiguiendo sus sueños y no conoce palabras como imposible, rendición o agotamiento. Y todo ello, lejos de suponer un demérito en su carrera deportiva, ensalza los valores de un luchador incansable, porque para él cada éxito es la consecuencia de una entrega incondicional a la causa. Valores que se ajustan a lo que debe perseguir un deportista, un estilo de vida que nos prepara ante las dificultades reales con las que nos enfrentamos día a día. Y encima es buena gente, como comprobamos Mela y yo en su Alcoy natal.