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Tierra de aventura: la marcha a la locura

¿A quién se le ocurre meter en la propia ciudad un gigantesco caballo de madera construido por el enemigo que la sitiaba después de haberlo derrotado? ¿Nadie sospechó nada? El resultado ya nos lo contó Homero: Troya arrasada y conquistada por la soberbia o la estulticia de sus dirigentes. Este es uno de los ejemplos que Bárbara W. Tuchman usa en su libro La marcha a la locura. De Troya a Vietnam para tratar de dar respuesta a la pregunta que ella misma se hace sobre porqué los gobiernos se empeñan a lo largo de la Historia en llevar adelante políticas que son negativas para sus intereses y cuando hay otras alternativas.

Una pregunta que estos días también nos estamos haciendo muchos tras la decisión del Gobierno de Aragón de aprobar una ley por la que las competencias de rescate en montaña pasan de la Guardia Civil a los bomberos. El revuelo causado ha sido tal que ha obligado a los dirigentes aragoneses a hacer público un desmentido, pero con tal ambigüedad -dicen que la ley recién aprobada sólo habla de “funciones” y no de “competencias”- que la preocupación entre todos aquellos que frecuentamos las montañas aragonesas no ha hecho sino crecer, pues lo cierto es que la ley está aprobada y lista para ser aplicada en cualquier momento.

No dudan en reconocer la demostrada y larga eficacia de la labor de los grupos de rescate de la Guardia Civil. Entonces, ¿para qué cambiar algo que funciona perfectamente en vez de ocuparse de verdaderos problemas como sin duda tendrá la Comunidad Autónoma que dirigen? El solo dato de que en la década de 1980 se realizaban un centenar de rescates en montaña mientras que hoy se producen más de 800 da idea de la magnitud del problema y la necesidad de una respuesta eficaz y coordinada, algo que ya estaba ocurriendo como todos los implicados reconocen, bajo el control de grupos especializados de la Guardia Civil. Por otro lado, los más preparados y eficientes, sin menospreciar, sino más bien al contrario, la importante labor de otros grupos, como bomberos y otras policías autónomas.

Aragón es la comunidad autónoma donde más rescates se hacen. De hecho, “el modelo aragonés” -colaboración técnica y médica de diferentes apartados de la administración- es una referencia para el resto de España, frente al impuesto en otras CC AA en las que, simplemente por razones políticas, no se deja actuar a la Guardia Civil o, sin hacerlo, se han duplicado o triplicado los grupos de rescate, ayudando a este despilfarro administrativo que ahora está siendo cuestionado por la crisis. Sin embargo, hasta ahora no había sido racionalizado. En una palabra: se recortan servicios mientras la administración, en este caso autonómica, sigue gastando en un apartado que ya estaba siendo cubierto, y de una forma impecable, por el gobierno central.

Luego, por supuesto, pretenderán cobrarnos esa elemental ayuda que nos viene del cielo para “amortizar los grupos de rescate”, (como dijo su responsable en Euskadi) en lugar de preguntarse si fue necesaria su creación y en conseguir su imprescindible coordinación, mejora y eficiencia. Como en otros ámbitos, en este caso el gobierno aragonés, ya han emprendido su particular “marcha a la locura”. Durante años, con muchas decisiones aparentemente nimias, ya nos han metido en casa su particular caballo de Troya. Pero, como bien se encarga de recordar Tuchman en su magnífico libro, “la insensatez radica en la persistencia posterior”.