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No saben metafísica

Cuando marcaron el primero soñamos con un empate. Después del segundo pensamos que un 2-1 era un atenuante. Y así sucesivamente. El 4-0 no tiene atenuantes.

No saben metafísica

La metafísica. Acabó un ciclo con el Barcelona con los brazos cruzados, golpeado en lo más hondo por un equipo que sabe metafísica; el Bayern ha estudiado al Barça hasta el último detalle, pero anoche no tuvo necesidad de utilizar esa información. El equipo de Tito Vilanova tiró los dados a favor del campeón alemán casi desde que empezó la contienda. No hubo un solo respiro para los azulgrana, que jugaron con la ineficacia pegada al balón, con Messi lesionado de cuerpo y de alma y con una defensa que suspiraba cada vez que pasaba un obús o un enemigo. El juego del Bayern es metafísico, y el Barça ya no sabe metafísica. Los alemanes se saben el abecedario de la victoria y se lo deletrearon al portero azulgrana poco a poco, mientras que Alexis, Pedro y el resto de la delantera se echaban en brazos de una depresión que al final tuvo el número de una ecuación: 4-0.

La resignación. La metafísica del Bayern es mucho más que una actitud filosófica con respecto al juego: estos futbolistas han hecho de la forma física una manera de entender su sitio en el campo. Y su sitio en el campo es ninguno y es todos a la vez. Frente a eso, el Barça marcó por zonas, esperó atrás infructuosamente, y atacó como si estuvieran temiendo, en el patio del colegio, que los grandes le fueran a echar una bronca. Y la bronca fue sucesiva. Al final, ese rostro de Iniesta deplorando su suerte, tras el último gol del Bayern, fue una expresión gráfica del más potente dolor de alma que ha sufrido el Barça de los últimos diez años.

La lógica. Fue un Barça tan desconcertante que incluso se durmió en el banquillo. Esa reacción de último minuto, la incorporación de Villa cuando ya estaba todo perdido, es tan ilógica como la dinámica del juego practicado por el equipo.

Los cambios. Que Cesc estuviera en el banquillo y que persistiera en el campo Alexis se pueden corresponder a decisiones pensadas, pero una vez acabada la catástrofe se mira hacia atrás, y sobre todo se mira al banquillo, y empiezan a cosquillear los reproches. El Barça fue ilógico y torpe, se perdió a sí mismo como si estuviera destruido, y desde el suelo ya no pudo hacer otra cosa que aguantar con resignación los duros golpes de los que ahora es muy difícil que se recupere.

La vuelta. Ahora sonarán los reclamos de remontada para el partido de vuelta en el Camp Nou. Seamos serios. El Barça perdió anoche en Múnich la oportunidad de parecer otro, y el Bayern no sólo fue superior en el campo: empieza a ser superior en la historia. Los imperios futbolísticos cambian de ciclo; este es el ciclo del Bayern; la casualidad que maneja el destino pone en manos de Pep Guardiola, que construyó el gran Barça que prácticamente cesó ayer, este nuevo ciclo del fútbol europeo.

¿Desesperanza? No me gustaría parecer agónico y triste, pero es que es muy difícil levantarse de una derrota tan fatal y tan épica. El desastre es total; Einstein hubiera llegado a esta fórmula: si no disparas no marcas. Para esta hipótesis no hay contrapartida. Perdió el Barça por 4-0. Es probable que ahora se pongan quioscos con atenuantes. Una mercancía muy difícil de comprar. Pero la música es de corrido mexicano: de este golpe es muy difícil levantarse.