Una fama bien ganada y mal reída

Una fama bien ganada y mal reída

Hay una peligrosa tendencia al 'y tú más' que fomenta las malas acciones y encubre a los que las cometen. Con Diego Costa pasa también. Soldado es malintencionado, Pepe un bárbaro, Navarro un criminal, Medel un canalla, Busquets un cuentista ¿Y? La multiplicación de los delitos, su distribución por la geografía del fútbol, no suaviza la gravedad de los comportamientos. Que haya más jugadores violentos, provocadores o teatreros, que los adversarios le busquen con premeditación y condescendencia arbitral, no libera a Diego Costa de la responsabilidad de su desagradable y reiterativa suciedad.

Es un futbolista magnífico que lo da todo, que gana partidos por cantidad y por calidad, que acumula cicatrices al servicio de la camiseta. Pero también es un pendenciero crónico y eso, pese a que en su club se lo rían, le inhabilita. Además, su fama ha traspasado las paredes de los vestuarios: se ha convertido en un tipo sospechoso para los árbitros y detestado por los rivales. Y con dicha carga, más en el Atlético, se convive muy mal. No se lo dicen sus jefes, cómplices al cabo, pero Diego Costa no puede seguir así. Ni un minuto más.

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