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Óliver vuelve al gimnasio

Simeone es claramente resultadista pero eso no le convierte en un entrenador de candado y aislamiento. Parece un técnico más de condiciones que de exclusiones, capaz de incluir en su batido a cualquiera que filtre por su licuadora. Su fútbol metálico genera uniformidad y rechazo a la sutileza si no es esforzada. Óliver, en sus apariciones esporádicas en el campo, ha deambulado como un violinista en el Wacken Open Air (el festival de rock duro más popular del mundo). Parece un jugador de toque de salón que ve un muro más que un pasillo en la banda y que no puede encontrar razón de ser ni estar en un equipo actualmente sostenido por reacciones a estímulos y balones colgados a Falcao y Costa. Así se explica que el centrocampista haya jugado menos partidos esta temporada que Pulido, Manquillo y Saúl.

Óliver puede acabar siendo un recurso fácil para los críticos del entrenador cuando los resultados no acompañen. Y Simeone, que se ha pasado un año suspirando por Diego, no renuncia a poder cambiar a un reciente mayor de edad y adaptarlo al único fútbol que él considera. De ahí el plan físico específico (no es el primero) que se le ha diseñado a Óliver y que además sirve para congelar o entretener la cuestión.