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Recordemos mantener la calma y, sobre todo, el sentido del humor

Shankly se equivocaba. Bill Shankly fue un genio al que se le atribuyen algunas de las más célebres frases referidas al fútbol. En una de ellas afirmaba eso tan manido que “el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso”. Vistos los comportamientos y la falta de sentido del humor que nos rodea puede que la frase tenga su razón de ser, aunque evoque una realidad enferma que se exhibe con máxima impunidad mediante las redes sociales, donde abunda mucho más el insulto que la ironía.

Málaga llora. La manera en la que el Málaga cayó en la Liga de Campeones fue ciertamente dolorosa y generó un sentimiento de solidaridad hacia el equipo de Pellegrini. Pero de ahí se pasó rápidamente a la denuncia conspirativa y a las amenazas vía Twitter. Podrían ser comprensibles en el caso de los aficionados, pero que el jeque dueño del equipo tuitee que les han echado por racismo es pasarse de frenada y dar carta de naturaleza a los que sólo quieren expresar su rabia y frustración.

La terapia Azcona. A mí Shankly me parece un fenómeno, pero siempre me pregunto en momentos complicados de la vida cómo se tomaría las cosas Rafael Azcona, quien reivindicaba el sentido del humor de este país. “Sin sentido del humor nos hubiéramos extinguido. Eso de que venimos aquí a sufrir no es cierto”, decía. Que España se sabe reir de todo se comprueba dando una vuelta por las redes sociales después de cada medida del gobierno o astracanada Real. La gente se indigna con un salero que, junto al sol y la paella, debe ser la envidia del mundo. Eso sí, con el fútbol no se juega. Aquí se permiten bromas sobre Infantas, elefantes, ministros, banqueros y hasta el Papa. Pero al equipo de uno, ni tocarlo. Y ya no te digo si juegas al Comunio.

Lo que ha de acontecer. Y todo lo expuesto hasta ahora puede quedar en un capítulo de Dora la Exploradora si alguien tiene la ocurrencia en Nyon de emparejar al Madrid y al Barça. En ese caso, todo será trascendente y tenderá a asemejarse a una Semana Santa de los años 50.

El ejemplo de Abidal. Para relativizarlo todo, además, nos sobran referentes. Abidal es el último. Su ejemplo es la prueba más clara de que Shankly estaba equivocado.