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¿Quién no quiere a Óliver?

Tiene razón Simeone en una cosa: cuando un chaval de la cantera aparece, tiene que romperla. Y Óliver no la rompió. Getafe vio a un chaval tímido y algo perdido que sólo resultó reconocible en una deliciosa apertura a Filipe. Las expulsiones y el juego al choque no le ayudaron. Y tampoco esa nociva idea de fragilidad que han propagado hasta convencer al propio chico, que hoy se siente más débil y más inseguro.

Pero sobre todo a Óliver no le ayudaron sus compañeros. Corrieron por él en defensa, pero le negaron el balón. Fue un pecado global con flagrantes casos particulares. Ni le miraron. Como si no estuviera. Y el asunto recordó al ruin vacío que sufrió Fernando Torres el día de su estreno. La diferencia es que el domingo no hubo un Juan Gómez que agarrara la pelota, la condujera a paso lento durante 50 metros, afeando a los demás con la mirada, y se la entregara personalmente al Niño en el pie para zanjar las tonterías. Parecía sólo cosa del Cholo Simeone. Pero quizás son más los que no quieren a Óliver.