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La fe y la pared amarilla

Tuve la suerte de conocer el Westfalenstadion con su gigantesca Südtribüne. No vi grada igual, ni siquiera el Kop de Anfield. Es de imaginar que cuando uno decide hacerse futbolista como cualquiera de esos veintipico héroes que tiene el Málaga esta temporada, es para jugar en escenarios así. En Dortmund, el Borussia es más que una religión: ser de la die Gelbe Wand, “la Pared Amarilla”, es lo único.

Leía hace pocas fechas en El País a Klopp: “Yo no sólo quiero ganar, también quiero sentir”. Y uno ve jugar al Dortmund y entiende que Klopp ha conseguido hacer llegar su mensaje. El Málaga también es así: siente el fútbol que hace. Es mucho más que la aparición sorpresa de la Champions: es un equipo que transmite una convicción interna realmente admirable. Y sin embargo, se observa cierto descreimiento general con las opciones del Málaga después del 0-0. Otra vez. Como si no hubiera sido suficiente lo del Zenit, el Milán o el Oporto. Sin embargo, a Pellegrini se le ve feliz en este escenario que ya conoce, fuerte. El Málaga y su afición no necesitan ya que nadie crea por ellos. Se sienten capaces de la gesta de sus gestas. En Dortmund pueden pasar cosas alucinantes: también tirar la Pared Amarilla.