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Ferrer acarició lo imposible

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No hay país en el mundo cuyos jugadores hayan ganado todos los torneos de la serie Masters. Es un logro que está por conquistar. Ayer casi lo logramos. Al tenis español sólo le falta por ganar el de Miami, y Ferrer tuvo ayer un macht-point para que España hubiera podido completar la colección. Lo dejó ir para pedir el ojo de halcón. O lo que quizá pasó es que consideró inalcanzable el golpe de Murray, y tampoco se iba a dejar ahí la vida cuando ya andaba arrastrando su maltrecha pierna. Lo que no iba a hacer él era teatro, como Murray. Murray tiene una expresión corporal en su juego que se hace inaguantable. Cada vez que pierde un golpe lo justifica doliéndose en determinada zona del cuerpo o arrastrándose por la pista. Descentra al más pintado.

Ferrer no es que cayera en su trampa, pero casi. Cuando se ve a un rival que no puede dar un paso y que se desplaza dando tumbos, inevitablemente la tensión se relaja. Pero resulta que el rival no se encuentra en las últimas, que en cuanto puede te pega un raquetazo y te saca de la pista. Así acabó ganando Murray, que aparte de ser buenísimo es un cuentista. De esta manera se esfumó la posibilidad de que hiciéramos historia en la serie Masters. Sólo nos falta Miami, gracias a que los otros dos torneos que no ha ganado Nadal (Cincinnati y París), sí los alzaron en su momento Moyá y Ferrer, respectivamente. Éste, el año pasado y, por lo que se ve, sigue en forma. Pocas veces se han visto unos 31 años, que cumple mañana, dando tanta guerra.