Hay algunos personajes que le ponen picante a la Fórmula 1, desde el patrón Ecclestone a leyendas como Lauda. Otro que habitualmente se tira de cabeza a cada charco que se encuentra a su paso es Helmut Marko, el asesor deportivo de Red Bull. Un tipo siniestro que juega casi siempre el papel de poli malo, aunque suele hacerlo con muy poco acierto. Fue uno de los grandes responsables del desmantelamiento de la escudería Toro Rosso a finales de la temporada 2011 (fulminando a Buemi y Alguersuari sin motivos aparentes) y de cuando en cuando se descuelga con su particular visión de los grandes premios. Su último episodio desconcertante viene a propósito de los imprevisibles neumáticos Pirelli.

Pretender que el proveedor del Mundial cambie sus compuestos, y por tanto toda su estrategia, porque a un determinado equipo les van peor que a otros es un disparate de dimensiones descomunales. Tanto, que creo que atenta contra la razón, contra la lógica, es innecesario siquiera justificarlo. ¿En qué cabeza cabe que se pueda hacer algo así? Si Pirelli cede, ¿qué dirían a continuación las otras escuderías, las que a partir de ese instante se considerasen perjudicadas? ¿Dónde lleva toda esa locura? Lo único que se me ocurre para entender las palabras de Marko es precisamente eso, que le apetece hablar por hablar, hacer ruido y lanzar globos sonda con intenciones de lo más oscuras. Lo dicho: todo un personaje...