Casillas no podía faltar
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Hay cosas que caen por su propio peso. La presencia de Iker en París estaba cantada desde hace semanas, aunque había que pasar el trámite burocrático del permiso del club. Digamos que no hubo severos problemas a la hora de sellar el pase pernocta. Como cantada estaba su presencia en la próxima Copa Confederaciones. Son cuestiones que están al margen de la polémica artificial que se montó hace meses sobre la titularidad en la portería del Real Madrid. Casillas se ha ganado esos privilegios en una década de constante entrega a la Selección. Pero es que, además, resulta del todo falso decir que estaba haciendo una mala temporada antes de la lesión. Todos conocemos que su efímera suplencia no vino motivada por un par de partidos regulares. En modo alguno. Dentro del vestuario madridista todos lo saben.
Por eso Del Bosque ha querido adelantarse a la próxima refriega de si juega o no en su equipo y le ha asegurado el billete a Brasil. Por eso su amigo Xavi pidió hace días que viniera a la capital francesa para estar con el grupo. Anoche llegó. Sin hacer ruido mediático. Huyendo de declaraciones pomposas. Concentrándose en el hotel de sus compañeros, siguiendo la misma rutina de ellos hasta la hora del partido. Como uno más. Será un ayudante de Del Bosque. En todos los sentidos. Cuando estamos hablando del capitán, cuando sabemos cómo ayudó a arreglar problemas internos derivados de los Clásicos de hace dos años, entenderemos fácilmente que no estamos ante un gesto cara a la galería ni ante un viaje de turismo. Levantar tres Copas en cuatro años con el brazalete de líder, imprime carácter. Casillas está en París para trabajar.




