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Roberto Martínez no cambió el Wigan ni por el United ni por el Liverpool

Reflexión. Aprovechando el parón liguero, una pausada reflexión sobre un ‘héroe sin canción’ que se diría en Inglaterra. La Premier, la liga más complicada del mundo porque el dinero enorme que genera lleva consigo tremendas exigencias si eres el mánager, cuenta con un entrenador español (o mejor dicho, un preparador británico nacido en España, como se dice también por estos lares) que está teniendo un gran éxito. ¿Éxito?, se preguntarán. Así es, y no me refiero a llegar a las semifinales de Copa, que también.

Wigan. Roberto Martínez jugaba en el filial del Zaragoza cuando un representante de JBB, la compañía de productos deportivos propiedad del dueño del Wigan, le fichó junto a otros dos españoles. Era 1995 y el presidente Dave Whelan prometió tres cosas para un equipo que andaba a tres divisiones de la Premier: un estadio de 20.000 espectadores, llegar a la Primera en diez años y una estancia duradera a cargo del club. Así ha sido y Roberto, tras cambiar la filosofía de un Swansea que ahora está sacando frutos, fichó en el 2009 por el Wigan con el objetivo de establecerle como un sólido club de Premier a medio plazo.

Crece. Lo ha conseguido y el club va creciendo. Se ve en la pared con las fotos de internacionales (el primero fue Roy Carroll en el 1997). Y en la compra del campo de entrenamiento donde se está construyendo una ciudad deportiva. Mientras tanto, su despacho es del tamaño del guardarropa de algún otro club de la Premier.

Preparado. Martínez se preparó antes de ser entrenador: es fisioterapeuta y cuenta con un diploma en márketing y formación directiva. Era comentarista habitual de Sky Sports (y también de un programa de ordenador famosísimo que grabó siendo futbolista) y su inglés es mejor (sin exagerar) que el de muchos entrenadores ingleses: más conciso y futbolero. Estuvo a punto de fichar por el United.

Ofertas. Le llamó Ferguson para ser su segundo. Le dejó un mensaje en el contestador pero Roberto intenta utilizar el móvil una hora al día y tardó una semana en escuchar la voz de Fergie y devolverle la llamada. La respuesta fue negativa. El Liverpool le quiso fichar este verano y se reunió en Estados Unidos con el dueño americano, John Henry. Roberto le dijo que tenía 38 años, que era pronto para según qué cosas, que tenía un sueño. Y que ese sueño pasaba por volver a mantener al Wigan en la Premier. Cada uno mide la felicidad con su propia vara.