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Una alegría convertida en problema

Vuelve Casillas y emerge un problema donde debiera presumirse una solución. Y es que el fútbol no admite engaños. José Mourinho disfrazó de soberana decisión técnica lo que no era más que un azote disciplinario al capitán del Madrid, gloria nacional. Confundió multa con suplencia. Sentó a Casillas en Málaga y aquello salió mal. Para Casillas, para Adán, para Mourinho y para el Madrid. Tres días después de caer lesionado Iker, el club fichaba a un portero, Diego López, suplente en el Sevilla, hasta 2017. Un bofetón en la moral de Adán y la confirmación de que sólo había sido instrumento de castigo y no solución sincera a un problema que no existía. El asunto lo enredó aún más aquella revelación en Televisa de que los jugadores no comulgaban con el entrenador cuatro días después de que Casillas y Sergio Ramos firmaran un comunicado de apoyo al técnico, tratado de paz de vestuario que quedó vacío de contenido para Mou.

Desde entonces Diego López ha cumplido y el equipo ha salvado sus dos todo o nada ante Barcelona y Manchester. Sospecho que Mourinho le mantendrá aun a sabiendas de que no es mejor que Iker, y esta vez en un clima de verdadera división. Porque parte de la afición cree ahora que Mourinho sí tenía argumentos para justificar su castigo y parte insiste en que nada ha ocurrido para cuestionar a Casillas como mejor portero del mundo y que obviarle es un riesgo por el que ya pagaron otros en el pasado, Del Bosque incluido. Maldita tarde aquella de Málaga...