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Útil por el juego y útil por el estilo

De algún modo que no consigo recordar, me he convertido en defensor de Kaká. Eso, ya lo pueden imaginar, significa que soy felicitado por sus buenos partidos y criticado por los malos, o por los que no juega, que son en los que menos se mueve. También me toca soportar comentarios sobre marcados rasgos de su carácter, como su sueldo, su flojera y su beatitud. El papel, no obstante, no me incomoda. Tengo claro que Kaká es la representación de una operación económica cuestionable si no directamente mala. Sin embargo, representa más cosas. Por ejemplo, un estilo de juego y una forma de comportarse. Kaká es un buen futbolista sin necesidad de ser agresivo, pendenciero o pelota. Esa elegancia en el ser y en el jugar la cultivó el Madrid durante muchos años en combinación con el pundonor que tanto gusta al Bernabéu.

A pesar de mi entusiasmo juvenil (metáfora), asumo que con Kaká libro una batalla perdida. Mi defendido jugará poco o nada en los partidos importantes porque reúne todo aquello que no le gusta a Mourinho: es pacifista, distendido y no alineado. Pero ni el mal pronóstico me desanima. Todavía albergo la esperanza de que el fútbol nos reserve un truco final y Kaká marque el gol que valga la Décima. Y no lo digo por tener razón. Sólo por no dejar de tenerla.