El técnico al que un día echó Mandiá
Por fin hay consenso. Gay tampoco era el salvador. Sin embargo, nada más llegar su relevo, Menéndez, vuelve el debate. Su inexperiencia tiene la culpa. Su amistad con Emilio De Dios, mosquea. Pero seamos optimistas. No es mala solución. Uno: conoce al Racing al dedillo porque su nombre planea desde que Cúper hizo las maletas. Otro escenario, con un técnico sin conocer lo que reconstruir, hubiera sido demoledor. Dos: tras conocer el paro, se la juega con este proyecto. Su hambre se contagiará. Tres: es un experto en explotar la cantera, la chispa de esta plantilla. Él pulió a Mata, Bueno, Callejón… Y cuatro, la clave: sabe vivir bajo presión: ayudó al Celta a no bajar y en el Madrid convivió con Calderón, tuvo a Míchel de jefe y enamoró a Florentino. Esto no le asusta.
Es valiente. Y eso se agradece en un club harto de cobardes. Un ejemplo es lo que le ocurrió en 2007. Menéndez entrenaba al juvenil blanco y antes de ir a un torneo a Eindhoven, Míchel, director de la base y técnico del B, le ordenó que no alineara a unas de sus perlas, Guerrero, por indisciplina. Él, torció el gesto. Pero accedió. Tampoco es un rebelde. Hasta que empezaron las lesiones y tiró del crío de urgencia. Al regresar, Míchel mandó a su ayudante en Valdebebas, Mandiá (¿se acuerdan?), a decirle que ya no renovaría. Era competencia para dirigir al Castilla y convenía aniquilarlo. Tras tragar saliva, éste no se achicó: “Me voy injustamente tras hacer un equipo campeón. Pero no me quitaréis las ganas de seguir entrenando”. Que lo demuestre.