Objetivos en voz alta y susurros
La prudencia se ha instaurado en un vestuario, el del Espanyol, que a fuerza de tanto sufrir durante casi todo 2012 -una segunda vuelta lamentable la pasada campaña y un arranque para echarse a llorar en la presente- no quiere precipitar acontecimientos. Ni siquiera cuando estos indican, como las evidencias de un CSI, que desde que llegó Aguirre ya todo es posible. Con el 66 por ciento de los puntos en su haber, el Vasco se ha ganado optar a retos mucho mayores que la permanencia para la que fue contratado no hace ni tres meses, cuando parecía poco menos que utópica.
Los jugadores no piensan más que en los 42 puntos, el salvavidas de la categoría. Pero ellos mismos han despertado una ilusión tan irrefrenable que el entorno ya no se conforma con llegar a buen puerto: ahora quieren hacerlo entre los seis u ocho primeros. O al menos intentarlo. Y, para saber si son ensoñaciones o el Espanyol está capacitado para aspirar a grandes cotas, llega que ni pintada esta visita al Calderón. Si son capaces de derrotar al Atlético donde nadie lo hizo, serán imparables. Se escribe salvación, pero se pronuncia Europa.