Un regalo en el camino del Sevilla
Pese a que pueda parecer lo contrario, al Sevilla le cuesta echar a un entrenador. Hasta hace poco, Del Nido y Monchi presumían de no haberlo hecho nunca. Pero hubo un clic y el Sevilla cambió. En menos de tres años ha sustituido a Jiménez por Álvarez, a éste por Manzano, al jiennense por Marcelino, al asturiano por Míchel y al hoy técnico del Olimpiakos por Unai Emery. Hasta la fecha, ninguno de los predecesores del vasco ha sabido frenar la caída del Sevilla, que ha ido bajando escalones paulatinamente desde hace tres temporadas. La llegada ahora de Emery ha devuelto algo la ilusión en el sevillismo, todavía receloso debido a los precedentes: Álvarez ganó una Copa pero cayó en la Champions a la primera; Manzano lo metió en Europa pero se fue sin convencer; Marcelino empezó fuerte y se diluyó como un azucarillo; y Míchel arrancó a lo grande y copió el salto al vacío del asturiano.
Recelos justificados, pues. Pero hay algo que distingue a Emery. El Sevilla se ha encontrado por su titubeante camino con un técnico de trayectoria contrastada. Eso ya lo diferencia de sus predecesores (salvemos a Manzano, si quieren). Emery ha salido airoso durante muchas temporadas del exageradamente difícil Mestalla. Y, aunque saliera escaldado de Moscú, no ha perdido pedigrí. El vasco ha llegado a Nervión con energía, zarandeando a un Sevilla que parece despegar. La suerte ha sonreído a Del Nido y Monchi. Y suerte es lo que se necesita en el Bernabéu. Y un buen entrenador.