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Djokovic sigue siendo el rey

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El serbio sumó su cuarto Abierto de Australia [Resultados | Fotos| Vídeos] tras doblegar en cuatro sets a su máximo rival generacional, Andy Murray, por 6-7(2), 7-6(3), 6-3 y 6-2 [Fotos]. El de Belgrado ya suma seis grandes en su palmarés.

El partido duró lo que le aguantó el aire a Murray, que con un día menos de descanso que su rival y castigado por la batalla semifinal frente a Federer, dejó escapar su quinta final de Grand Slam y su tercera en Australia tras las de 2010 y 2011. Una batalla excesivamente táctica, monótona y de gran desgaste físico en las dos primeras mangas que quedó deslucida en las dos últimas .

De nada le sirvieron a Murray los analgésicos, el baño en hielo y los masajes. La superioridad física de Djokovic fue evidente a pesar de haber llegado a la final con casi dos horas más de desgaste sobre el abrasivo cemento australiano (14 horas y 37 minutos para tumbar a Mathieu, Harrison, Stepanek, Wawrinka, Berdych y Ferrer).

Tras un apretadísimo set inicial, en el que ninguna de las mejores raquetas nacidas en 1987 dio su brazo a torcer con el servicio, Murray acabó ganando el pulso mental en el desempate: 6-7(2). Fiel a su estilo, Djokovic arriesgó más, pero concedió demasiados puntos gratis a Murray y no aprovechó ninguna de las cinco bolas de rotura de que dispuso. Sus veinticinco errores no forzados, por catorce ganadores, pesaron en su cabeza en el momento decisivo. A Murray (12-9) la solidez le dio beneficios y le permitió ganar su primer set en su tercera final en Melbourne.

El partido continuó por el mismo sendero en el segundo parcial, con puntos largos e intensos propios de dos rivales que se conocen y se llevan enfrentando desde los once años. La balanza volvió a inclinarse por un par de puntos, pero esta vez en sentido contrario. Ni rastro de las roturas de saque que invadieron la final femenina entre Azarenka y Na Li [Fotos: La bella Azarenka,bicampeona]. Cada intercambio encerraba una intensidad casi asfixiante. Pero el final fue el contrario. Dos despistes de Murray en el quinto (3-2) y noveno punto (6-3) del juego decisivo permitieron a Djokovic, ahora notablemente más sereno y seguro de sí mismo, empatar la contienda: 7-6(3). Murray lamentaría las tres ocasiones para romper el servicio de Nole.

El número uno mundial sabía que sus propios errores le lastraron en el primer parcial y los devolvió al redil en el segundo, en el que cometió quince por doce ganadores. Aunque el balance seguía saliendo negativo, el cambio le permitió gestionar mejor los momentos claves.

El doble defensor del título comenzó a oler sangre al contemplar el maltrecho estado de los pies de Murray, llenos de ampollas tras las cuatro horas de tremenda semifinal. Y no perdonó la ocasión de apretar aún más a su rival generacional, con constantes ataques con los que achicaba su campo y agrandaba el del escocés. En el trigésimo cuarto juego de la final el serbio por fin se hizo con el preciado servicio de Murray (5-3) y acto seguido echó el telón al tercer asalto. El serbio ya había puesto el partido cuesta debajo de forma definitiva.

Hasta ahí duró la resistencia del británico modelado en la Academia Sánchez-Casal de Barcelona, que se fue quedando paulatinamente sin gasolina y entregó el partido con un doloroso 6-2 en el cuarto y último set, ya con Djokovic alzado como nuevo héroe en el Rod Laver Arena Stadium. El serbio ya es leyenda. Como Rosewall, como Agassi (que le entregó la copa), como Federer.