El balonmano es una fiesta

El balonmano es una fiesta

El balonmano nos debía un Mundial en España, y bien que lo estamos disfrutando. Ya estamos en la final. Haciendo, además, de cada partido una fiesta. Trece goles de diferencia a Argelia, cinco a Egipto, cuarenta a Australia, seis a Hungría, once a Serbia, cuatro a Alemania y ayer otros cuatro a Eslovenia, que pudieron ser más si el partido no hubiera quedado resuelto mediada la segunda parte. Siete victorias, y todas muy claras, lo que ha permitido al público de Madrid, de Zaragoza y de Barcelona celebrarlas antes de tiempo y con algarabía. En esta relación falta un partido, el de Croacia, perdido por dos goles de diferencia, pero que a nadie incomodó, pues la derrota conducía a un camino más ventajoso. Ahí están los resultados.

Mas no hay que pensar que en este Mundial nos estén regalando algo. Obviamente contamos con las ventajas de todo anfitrión. Esto es, un calendario que permita mayor descanso, y un arbitraje que, en caso de duda, sea amable. Pero ni más ni menos como sucede en todos los campeonatos cuando el de casa presenta una selección acreditada y se planta en la final. En los últimos años ha sucedido en los Mundiales de Croacia 2009, Alemania 2007 y Francia 2001, y en los Europeos de Serbia 2012, Eslovenia 2004 y Suecia 2002. Mas las victorias de los Hispanos no se están produciendo por factores ajenos al juego, porque lo están bordando. El premio ya lo tienen: la final. El público, también: lleva cantado 245 goles. Y aún faltan los mejores.