Inevitables suspicacias
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En todo campeonato hay partidos en la última jornada de la liguilla de clasificación que inevitablemente levantan suspicacias. Pasa en el fútbol (en la última Eurocopa, el empate en el España-Croacia clasificaba a las dos selecciones y dejaba fuera a Italia, un rival mayor y a la postre finalista), pasa en el baloncesto (en los Juegos de Londres, la derrota en el España-Brasil tenía premio, pues el perdedor no jugaría contra Estados Unidos hasta la final) y pasa en el balonmano (ayer mismo, quien perdiera en el España-Croacia evitaría el cruce con Francia). Unas veces se impone el juego limpio (en la Eurocopa ganamos a Croacia y clasificamos a Italia) y en otras queda la duda. Ayer, por ejemplo. Perder, no se querría perder. Pero que no importó, también.
Fue un final extraño. Demasiadas imprecisiones, despistes y facilidades al contrario con exclusiones que no paraban. Pero por parte de los dos equipos. Se llegó a jugar seis contra cinco, y cuando tuvimos dos jugadores más en la cancha perdimos el parcial por 0-2. No fue un juego ni una intensidad propios de un España-Croacia, al fin y al cabo dos de las favoritas al título. La derrota fue una lástima, porque la Caja Mágica no se llenó para vernos perder, pero sabiendo que así se evitaba a Francia tampoco causó disgusto. Una derrota que, además, no hace dudar del juego de la Selección. El lunes aguarda Serbia, subcampeona de Europa, pero asequible. Después Alemania. Ya veremos. Y en semifinales, ningún hueso a la vista. Esto no pinta mal.




