La Vuelta, competición colosal
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Cuenta atrás para la Vuelta. Falta mucho, algo más de seis meses, pero los ciclistas ya saben a lo que se van a enfrentar. Es para asustar, mas precisamente por eso es un reto. Al ciclista le va la marcha, y en la Vuelta no falta. Hay recorrido, rivales y afición. La Vuelta ya no deja indiferente a nadie. El boca a boca entre los propios ciclistas ha comenzado a propagar la carrera como algo excepcional. Cuentan a los que no fueron que el año pasado hubo etapas con tal cantidad de aficionados que se hacía difícil encontrar materialmente huecos donde pararse a orinar. Recuerdo en concreto la de las Rías Baixas, convertidos los 190 kilómetros de la etapa en el mayor estadio ciclista que uno pudiera imaginar. Fue tal el éxito, que la Vuelta regresa para salir de allí.
La carrera introduce este año una etapa Tour 100%, en homenaje a su centenario, y recupera el Angliru, que se sube el penúltimo día para que hasta ese momento nada se dé por seguro. Esperan once llegadas en alto, que yo consideraría doce, porque la cuarta etapa acaba en Fisterra, después de tres kilómetros de subida, suave, pero subida, que viene precedida, además, de haber trepado el muro de Ézaro, cuyo 25% romperá la carrera y propiciará un final trepidante. Sólo irán cuatro días y ya habrá habido antes un final en un puerto de primera y otro en uno de tercera. Tremendo. ¡Cómo no considerar la Vuelta una competición colosal y un espectáculo de primer orden! Los ciclistas tienen motivos para mostrarse orgullosos de haberla hecho grande.




