Mínguez sería un paso atrás
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Se activa el juicio de la Operación Puerto, y por cuestiones legales no se juzga un delito de dopaje, sino contra la salud pública. Hace siete años dopar no era delito, y por eso no se puede acusar a nadie de lo que sólo era una falta administrativa. ¡Pero qué falta! Una falta que nos ha dejado en evidencia, porque hemos vivido de espaldas a sus efectos. Es por esto mismo que creo que López Cerrón, el nuevo presidente de la Federación Española de Ciclismo, no ha medido las consecuencias de nombrar seleccionador a Javier Mínguez. Mínguez es un sabio del ciclismo y seguro que lo haría de maravilla, pero también ha estado en primera línea de fuego en la época más oscura del dopaje, y aunque no se le pueda acusar de nada, conviene guardar las formas.
En los años 80 y 90, el dopaje en el ciclismo fue como en la RDA: cuestión de estado, porque se fomentaba desde los propios equipos. De esa época es Mínguez, que se supo retirar discretamente, como Echávarri, Maximino, Carrasco o Moreno, y otros directores que por continuar acabaron mal, casos de Saiz o Belda. Mínguez tuvo como médico a Eufemiano en el Amaya, después Vitalicio, quien atribuyó a un descongestionante nasal un positivo de Cubino, y por sus equipos pasaron ciclistas luego implicados en grandes escándalos, especialmente Casero y después Pino en su etapa de director. Por eso, si el ciclismo se está levantando con la gente sin pasado, López Cerrón se dispone a dar un paso atrás, que más importante que una medalla es la imagen.




