La Copa de Cristiano
Lo acontecido sólo puede darse un 12 del 12 de 2012. Los números dibujaron un panorama diabólico para un Madrid que sufrió la lesión de Benzema y de Varane, que acabó cojo y de 'nueve'. El 2-0 de un gran Celta fue salvado por CR7.

El Coloso de Funchal. Dicen que cerca de 6.000 portugueses cruzaron la frontera para ver este Celta-Madrid que justificó que Balaídos reventase como en los viejos tiempos. Lluvia torrencial, los gallegos mordiendo en cada pelota dividida y un Madrid en su línea de esta temporada: espeso, cortocircuitado y previsible. Pero lo bueno de este equipo es que tiene en sus filas al jugador más competitivo del mundo. Cristiano es mucho más que un futbolista. Es el prototipo de soldado de élite, SWAT, boina verde y legionario en una misma pieza. Aguantó las patadas y los agarrones de la primera parte, pasados por alto por el catalán Álvarez Izquierdo. Soportó el chaparrón de la grada, que le mandó a cargar toallas, se acordó de su santa madre y hasta se atrevió a llamarle "tonto". Pero el Coloso de Funchal se crece ante la adversidad. Es jugador-salmón, magnífico navegando río arriba. Empezó su festival con latigazos que se encontraron con la agilidad de Sergio Álvarez, el Gato de Villagarcía de Arousa. Pero él insistió. La pedía, se desmarcaba en profundidad, aguantaba los empellones de la zaga celeste, el furor de la tribuna... Cristiano es el MVP de este Madrid de Mourinho. Los tiene cuadrados. Si un día se va, el Real se quedará sin bombas atómicas en su arsenal. Por eso, cuando Xabi supo leer su enésimo desmarque con un pase genial, el portugués le dio las gracias al tolosarra con un empalme a bote pronto que dibujó el 2-1 de la esperanza. Hay eliminatoria...
Súper Celta. Eso no resta un sólo mérito al Celta de Paco Herrera, que se comió al gran tiburón blanco con una actuación basada en la fluidez del juego, la rapidez en las entradas por banda y las genialidades de ese zurdo de oro llamado Iago Aspas. Puro talento gallego. Siempre propone. Sus compañeros le buscan porque saben que de sus botas siempre sale agua potable. Adán, al que la inactividad le está pasando factura, sufrió bajo el diluvio de Vigo con las oleadas del coreano Park y Bermejo, un veterano de guerra que tumbaría a la vez en un pulso a Stallone y a Van Damme. El toro santanderino (¡34 años bien llevados!) abrió la lata con un gol de pillo en el segundo palo, que cogió a Adán con la guardia baja y las piernas abiertas. Para entonces, el Madrid era un pequeño caos, sin un nueve nato al estar Benzema lesionado y Morata en la grada (¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?). Essien, que no está ni para jugar los partidos de veteranos con Zidane en Valdebebas, se retiró para dar entrada a Kaká. Con el brasileño, Özil, Xabi y Modric en el campo, el Madrid destiló un perfume más agradable, lo que abrió la ventana de la remontada a pesar del 2-0 de Bustos. Este firmó un obús del estilo de los goles que veíamos de la Bundesliga cuando éramos niños. Balaídos cantaba eufórico La Rianxeira, pero ahí apareció él: CRISTIANO RONALDO.
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Efecto Bernabéu. La fe de Cristiano permitió amortiguar los daños colaterales del pequeño naufragio de la Bahía de Vigo. Su gol 62º del año (que nos han dado una Liga histórica y una Supercopa mientras que otros llevan 88 para una simple Copa del Rey...) servirá para que se ilumine la taquilla del Bernabéu el 9 de enero. La cuesta de enero empezará con un campo lleno y un partidazo garantizado.
Afición preocupada. La hinchada está inquieta. Ya van seis derrotas este año, a 11 puntos del Barça en la Liga, segundos en el grupo de la Champions y hay que remontar en la Copa. Pero ayer estuve en la Peña El 12 Blanco de Fuensalida con dos críos, Jaime y Quique, que luchan en sus sillas de ruedas contra el infortunio y las zancadillas de la vida. Ellos creen en este escudo. Y en Cristiano. Esta Copa irá por ellos...



