Arda como síntoma de un complejo
El Ardaturanismo es religión común entre la afición de este Atlético (hasta ayer y desde mañana) feliz. El turco es el único espíritu libre en un equipo de orden y disciplina. Simeone lo sabe y lo alienta, pues en su anarquía suma mucho más de lo que resta. Hasta que pisó el Bernabéu y 2012 se convirtió en cualquiera de los trece años anteriores. Un doloroso déjà vu. La mano que dio origen al gol de Cristiano fue una tontería impropia de un futbolista tan astuto; el punto de inflexión de un partido cuyo insípido devenir favorecía a los rojiblancos y que acabó en ese mismo instante.
En el derbi más esperado, Arda se convirtió en el símbolo de un Atleti acomplejado. Tras el 1-0, el turco se deshizo como un azucarillo. Al igual que el resto de un equipo en el que nadie se atrevió a intentar nada diferente, que no disimuló que el empate le sabía a gloria y cuyo plan pasaba porque esa ruleta rusa llamada Diego Costa desquiciase a un rival antes de desquiciarse él. En cuanto vio las camisetas blancas, el Atleti del Cholo olvidó en lo que se ha convertido para recuperar traumas pasados. Y los años pasan y pesan. Pero esta vez hay margen. Duele, no mata.