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La madurez de un jugador top

Ha merecido la pena esperarle. Nadie tuvo tanto fe en él como Florentino, aunque todos barruntábamos que tras su aspecto frío se escondía un crack. Tampoco hay que desdeñar la firme voluntad del jugador de triunfar en uno de los equipos más complejos del planeta. Benzema no imaginó nunca salir por la puerta falsa. Ya no era cuestión de amortizar su fichaje, ni de corresponder a la cortesía del que fue a su casa, a pecho descubierto, buscando convencerle para que dejara familia y entorno. Me consta que era un reto personal. Lograda la estabilidad, ahora toca disfrutar.

Finalmente le vino bien la competencia con Higuaín. También el cierto desdén que se traslucía en aquellas declaraciones de Mourinho hablando de perros y gatos. Cualquier forma de motivación, si el resultado final es bueno, se puede aceptar. Menos comprensible es que a un futbolista se le juzgue porque no exterioriza su alegría y pasión como otros. Cada uno es como es. Y Benzema no está para montar una fiesta, al menos en su faceta como jugador. Él siempre va a pasar inadvertido. O al menos lo procurará. Incluso tras firmar un partido tan completo como ante el Athletic. Al fin y al cabo debe pensar que no hace otra cosa que cumplir con su trabajo. En Champions ya ha dejado algunas firmas, pero queda pendiente ser decisivo en la conquista de la Décima.