Yo digo Juan Mora

A Ferrer no le han regalado nada

Juan Mora
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David Ferrer ya tiene su Masters 1.000. Ya era hora. Lo ha alzado a los 30 años, en una lección de constancia. A esa edad, lo normal es que un tenista comience a doblar la rodilla y acepte su declive. En el caso de Ferrer, hasta la mala suerte. Porque ha coincidido en el tiempo con una generación de tenistas sin igual. Primero fueron Federer y Nadal; después, Djokovic y Murray. La competencia que mantienen es tan feroz que la voracidad de los cuatro apenas deja algo para el resto de jugadores. Tal es así que en los últimos ocho años Federer, Nadal, Djokovic y Murray se han repartido 30 de 32 torneos Grand Slam y 59 de 72 torneos Masters 1.000. En estos han podido ir metiendo baza sólo ocho jugadores actualmente en activo.

Ferrer no estaba entre ellos. Hasta ayer. Nadie le ha regalado nada. Porque su victoria se ha producido ante las ausencias de Federer y Nadal, más las eliminaciones de Djokovic y Nadal, pero también ha llegado en su mejor año. Ferrer nunca había ganado tantos torneos como en 2012; tampoco había llegado tan lejos en los cuatro torneos Grand Slam, donde sólo perdió en cuartos o semifinales, y siempre ante uno de los cuatro gigantes. En la Copa Davis ha ganado sus cuatro partidos y nos ha metido en la final. Ferrer está como jamás ha estado. Y eso, a los 30 años, tiene un mérito excepcional. Su constancia le ha llevado a sumar un torneo de prestigio. Y su año no ha acabado. Le queda la Masters Cup y la Davis. ¡Gran Ferrer!

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