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A Ferrari le urge resucitar

Ayer vimos en Yas Marina un carrerón con guión de thriller de Tarantino, adornado por un momento Ed Wood. Fue en la vuelta veinte cuando Vergne se dejó adelantar por Vettel. Un Toro Rosso contra un Red Bull; un motor Ferrari contra un Renault y ambos bajo el amparo de una bebida energética símbolo del deporte extremo. Todo mentira, ni deporte, ni extremo, gaseosa. Se merecen una buena sanción y que Ecclestone les desactive. Pero intrigas al margen, Vettel hizo lo irrealizable. Corrió con una ferocidad implacable, como su adelantamiento por fuera a Button (blandito, blandito...). También tiró de suerte y de los regalos de la panda de los traviesos (Grosjean, Rosberg, Pérez, Maldonado, Massa...) y sobre todo de Newey... ¡Quién lo tuviera!

Frente a estos, Alonso. El asturiano ni tiene a Newey, ni a nadie que se le parezca. Tampoco algo similar al RB8, aunque por ahora le vale con su lustroso F2012. Hizo una primera vuelta salvaje, como poseído por el diablo. Se ve que este coche funciona a base de cojones. Después tiró de talento y a sufrir. Y a ratos a rezar. Que si el Lotus vuela; que no podemos con el Williams; que nos coge el McLaren; que viene el Red Bull... Al final, segundo con un botín de tres puntos. La verdad, una birria para lo que esperábamos. Lo único positivo es que Alonso depende de sí mismo para ser campeón. Lo malo, que también necesita de Domenicali y Fry. Y de la maldita calificación de los sábados. Ahora, más que nunca, Ferrari tiene que demostrar que no es sólo historia.