Fue una goleada mentirosa

Fue una goleada mentirosa

El Zaragoza vino al Bernabéu sin miedo y mereció bastante más que el 4-0 con el que regresó a casa. Le discutió (y le ganó en bastantes tramos del encuentro) la posesión del balón al Real Madrid y remató lo mismo a portería. Le faltó fortuna en la pelota que estrelló José Mari en el larguero y también un árbitro valiente que no hubiera anulado el legalísimo gol de Hélder Postiga en plena ofensiva avispa y cuando el duelo no estaba precisamente cerrado. El 4-0 exaltó, una vez más, la descomunal pegada del Madrid, pero no le hizo justicia ni al Zaragoza ni al partido, igualado en la primera parte y de claro color aurinegro en la segunda, salvo en el pico final. Las mejores paradas de la noche fueron de Casillas, mientras Roberto sufrió una penalización excesiva.

El Zaragoza se va de vacío y con cuatro goles que afean sus estadísticas, pero la exageración de anoche en el Bernabéu no debe golpear su autoestima lo más mínimo. El equipo aragonés, con todas sus limitaciones, va por el buen camino, por el camino futbolístico en el que se debe insistir con fe y determinación, pese a que, de tanto en tanto, se crucen goleadas inmerecidas. Después de un lustro de caída libre, de mal gusto y de agapitismo desatado, el Zaragoza empieza a reencontrarse. El trayecto no será corto ni sencillo, pero el proceso de reconstrucción general que ha iniciado Manolo Jiménez irá poco a poco dando sus frutos hasta que el Zaragoza vuelva a ser el Zaragoza.