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No oigo las voces de los jóvenes

Dentro del tsunami que ha supuesto el caso de Lance Armstrong, me quedo con una frase de Christophe Bassons: "¿Qué hacemos ahora? Si actuamos como se hizo tras el Festina, dentro de diez años nos daremos cuenta de que otro equipo ha hecho trampas". Y me quedo con esa frase porque si el pelotón actual no ha entendido esta vez tampoco el mensaje, como no lo entendió tras aquel escandaloso Tour de Francia de 1998, entonces esta ejemplar sanción al ciclista más mediático de todos los tiempos no habrá servido para nada.

Armstrong tuvo la oportunidad de ondear la bandera de la limpieza, porque él traía un mensaje de esperanza, el ejemplo de superación de un superviviente de cáncer que ganaba el Tour un año después de que el maletero de Willy Voet hubiera dejado grogui al ciclismo. Pero el texano, de la mano de Johan Bruyneel, eligió el camino del fraude y de la omertá. Han pasado 14 años desde entonces y la bandera sigue ahí, a disposición de quien quiera cogerla. Dice Pat McQuaid que el ciclismo es ahora más limpio, que las nuevas generaciones no merecen ser "tachadas por el pasado". Pues para empezar, no oigo sus voces en contra de Armstrong y de aquel ciclismo oscuro... Si hay que empezar de cero, se empieza de cero. Pero ya no vale esconderse.