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Las derrotas que son victorias

En más de treinta horas no hemos sabido nada de ellos. Cuando escribo esta crónica de urgencia más que columna al uso, tres de los mejores alpinistas españoles y de los más fuertes del mundo, Juan Vallejo, Mikel Zabalza y Alberto Iñurrategui, regresan derrotados y deshidratados a su pequeña tienda vivac de dos plazas, a 7.100 m., donde tendrán que pasar una precaria noche amontonados. Afuera, el viento no les dará tregua.

Mis amigos de tantas aventuras están intentando escalar una de las más formidables paredes en el Himalaya, la cara sur del Nupse, una espléndida tapia de casi cinco kilómetros de anchura y un desnivel de unos tres mil metros de roca y hielo, en el límite de las dificultades, y de las posibilidades de los grandes alpinistas. Siempre me ha parecido un misterio que un montón de roca y hielo, en inestable y precario equilibrio, provoque tantas emociones en el ser humano. Empezamos a hacer montaña con las ganas de descubrir qué hay más allá, con el deseo noble de enfrentarte a algo que es muy superior a tus fuerzas, atraídos quizás por la mezcla de lo grandioso y lo salvaje que siempre es propio de las grandes montañas. Escalar una pared así y hacerlo casi con lo puesto, nada más que tres amigos con sus propias fuerzas y lo que puedan llevar en la mochila, sin ningún sherpa que te ayude, sin botellas de oxígeno, sin campamentos estables, sin cuerdas fijas es un ejercicio de humildad, una aventura más que un deporte. Tiene más que ver con las ganas de vivir, y sentir que estamos vivos, que con el deporte. Más con el sentir y el reflexionar en soledad que con las flexiones y los gimnasios, a los que no despreciamos.

Es allí donde, en palabras del gran Bonatti, se adquiere "la verdadera dimensión del alpinismo clásico". En una sociedad donde el éxito es obligatorio, donde las páginas de los periódicos hablan de millones por un jugador o un evento deportivo (suficientes para mantener hospitales y colegios), la aventura de gente así tiene que ver con algo diferente, situado casi en la misma estratosfera de Felix Baumgartner; con otras sensaciones, con otro compromiso, con esas cosas que llenan la vida. Por eso esta derrota está llena de matices y de emociones. Espero que, a pesar de todo, regresen bien al campo base. Hay derrotas que son mejores que las victorias. Hay muchas veces que hay que atreverse a fracasar. Eso es lo que nos hace mejores.