Ortodoxia o impacto inmediato en una NFL desmadrada
Mariano Tovar
Cómo se echan de menos aquellas comedias setenteras. Con John
Belushi haciendo locuras, pilotando cazas o cantando blues para convertirse en
la imagen más carismática de Chicago. Eran películas desenfadadas y
desenfrenadas, con japoneses gritando ¡Hollywood! Cuando veían el pandero de
una bañista a través del periscopio y autopistas abarrotadas de coches patrulla
con la única consigna de usar la mayor violencia posible contra dos gamberros
irredentos.
Eran comedias imprevisibles, cómicas pero con un punto de añoranza. Los últimos coletazos de un mundo ingenuo en el que todo el mundo creía saber a qué atenerse. El mundo de Olivia Newton John con esos pantalones de cuero negro que aún hoy nos dejan sin aliento, de los Bee Gees y la ELO cantando en falsete y de un grupo de suecos que respondían al nombre de ABBA abriendo la puerta para que todo el mundo pudiera ser la reina del baile.
Y ya que estamos con reinas del baile y desmadres, solo se
han disputado dos semanas y solo quedan seis equipos invictos. Texans,
Chargers, Eagles, Cardinals, 49ers y el ganador del Falcons-Broncos de esta
noche.
Al final de la primera semana, quien más quien menos se había hecho una composición de lugar sobre el guión que podía seguir la temporada. Los equipos con mejor o peor pinta. Los supuestos gallos del gallinero. Siete días después, nada es lo que parecía.
Hoy no pretendo aclarar el panorama. Después de haber acertado ocho pronósticos en la primera jornada y llevar siete en la segunda, a falta de un partido, no parezco el tipo adecuado para hacerlo. Lo que sí quería transmitiros es cómo ha cambiado la forma de ver football en los últimos tiempos.
Muchos de vosotros recordaréis el debut de Michael Vick allá
por 2001. Llegó a la NFL
como un meteoro. Durante el verano solo se habló sobre él y de cómo iba a
reinventar el football americano. En realidad, Vick fue el primer gran producto
de un football universitario que mutó con el cambio de siglo. Hasta hace muy
pocos años, el mayor orgullo y objetivo de una universidad era acumular elecciones
altas en el draft para demostrar que su programa de football era elitista. La
formación primaba sobre cualquier otro objetivo, incluida la conquista de una
de las innumerables bowls. Las primeras universidades del ranking intentaban aplicar
libros de jugadas muy similares a los profesionales para conseguir que sus
jugadores dieran el salto lo más preparados posible. Las universidades que
utilizaban sistemas menos ortodoxos solían hacerlo por motivos de causa mayor,
como sucedía en las academias militares por la ausencia de jugadores con la envergadura
y el peso necesarios para jugar en las líneas.
Pero poco a poco, las universidades cambiaron su criterio. Ya no les interesaba tanto ser formadoras de profesionales como entidades exitosas en sí mismas. Estar en la cima del ranking comenzó a ser prioritario sobre conseguir el número uno del draft.
En cuanto la victoria se convirtió en el objetivo número 1,
los planes de juego dieron un giro brusco. La ortodoxia ya no importaba. Si para
ganar hacía falta que el quarterback corriera y el fullback lanzara, se hacía y
punto. Si en vez de acumular receptores abiertos resultaba más práctico
acumular personal en el backfield, se recuperaban sistemas olvidados. Sobre
todo, se primaba el potencial físico sobre el talento. Por supuesto, al final
llegaban al profesionalismo los que unían músculo y cerebro, pero la diferencia
es que, hasta hace poco más de una década, los novatos tenían muy claros los
fundamentos y necesitaban mejorar su físico. Hoy en día es al revés. Los
jugadores son una masa de músculos que necesita aprender a jugar al football en
la NFL, un mundo
muy distinto al que han vivido hasta el momento.
Vuelvo a Michael Vick. Desde el primer día tuvo éxito como portento físico. Salía de cualquier atolladero con su increíble cambio de ritmo en carrera y con su movilidad. El problema llegó con el tiempo, cuando sus rivales lo estudiaron y decidieron obligarle a jugar como se espera de un QB de la NFL: pasando. Vick estuvo años descentrado, buscando su identidad, hasta que Andy Reid fue capaz de inculcarle fundamentos que el jugador pudiera entender. Aún así, en las dos primeras semanas de esta temporada ya ha acumulado un gran número de intercepciones y de errores de novato.
Porque otro de los problemas de los atletas que llegan ahora a la NFL es que están acostumbrados a enfrentarse a rivales muy descompensados. En la NCAA no hay defensas con once grandes estrellas. Muchas posiciones están cubiertas por chicos que ni siquiera sueñan con poder llegar al profesionalismo. Los grandes atletas aprovechan esos huecos para darse auténticos festines. En el football profesional no hay huecos ni rivales chollo. Enfrente hay una jauría de asesinos que no está dispuesta a jugar con el pan de sus hijos. No es tan sencillo imponer músculo en el reino de la testosterona.
Y ya llego a lo que os quería contar, a eso que tanto me está
sorprendiendo. Hasta hace muy poco, los novatos eran mimados y formados con
calma. No salían al campo hasta que habían asimilado todos los fundamentos. Sin
prisa. Con mucho cuidado. Buscando el éxito a medio y largo plazo. Ahora, los
jugadores salen al ruedo desde el primer día. Y si hablamos de quarterbacks, es
el resto del equipo el que se reconvierte, para adaptarse a sus virtudes atléticas.
Llama la atención como bastantes equipos de la NFL están jugando este septiembre con formaciones
y sistemas más propios del football universitario que del profesionalismo. El
objetivo es que sus flamantes quarterbacks novatos tengan impacto desde el
primer día.
Y yo me pregunto si eso es un acierto. Si ese es el camino que lleva al anillo. La experiencia con Vick, el primer super hombre del siglo XXI, no fue tan exitosa. Sus Falcons ganaban partidos y daban espectáculo, pero en los duelos de verdad siempre terminaba imponiéndose la ortodoxia sobre los super poderes.
Es gratificante descubrir que estrellas universitarias
venidas a menos en la NFL,
como es el caso de Reggie Bush, resucitan cuando sus
entrenadores dejan de empeñarse en hacerles jugar como lo hacían en su etapa
universitaria. Es impresionante ver al nuevo Bush. Ahora sí que parece un
corredor de la NFL. Constancia
y ortodoxia se han impuesto a fuegos artificiales y jugadas de engaño. Un buen
entrenador, al que están echando mucho de menos en Green Bay, ha hecho, por
fin, lo que nadie estuvo dispuesto a intentar antes. Ahora Bush hace el trabajo
que se espera de un corredor estelar. La reconversión sigue siendo posible.
¿Por qué se ha dejado arrastrar la actual NFL a las imposiciones del ‘profesionalizado’ football universitario? Está muy bien que un equipo quiera aprovechar el impacto inmediato de una elección alta del draft, pero eso es un error si sacrifica su rendimiento a largo plazo. Llamadme viejo, pero yo sigo teniendo una fe infinita en la ortodoxia... y creo que el anillo también.
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl