Un pequeño paso y un gran salto
El ladrido de un perro. El chillido de un chimpancé. El ruido del viento y la lluvia. El latido de un corazón humano. Estos sonidos forman parte del mensaje que lanzamos hace ahora 35 años al océano cósmico y que van dentro de una nave espacial que se encuentra a punto de salir de nuestro sistema solar. En realidad se trata de dos naves gemelas, las Voyager, las cuales, tras recorrer más de 15.000 millones de km prosiguen su caminata espacial enviando datos a la Tierra. En su interior llevan un pequeño disco de cobre bañado en oro donde se han grabado datos e imágenes seleccionados por un comité dirigido por el cosmólogo y divulgador científico Carl Sagan, creador de esa joya documental que fue Cosmos. Al mismo tiempo, la aventura humana en el espacio ha dado, también este verano, otro gran salto con la llegada del robot Discovery a Marte. Quizá Neil Armstrong pudo disfrutar de las primeras imágenes enviadas por este ingenio desde el planeta rojo. Su muerte el pasado 25 de agosto nos ha devuelto a la imaginación aquel momento cumbre de nuestra civilización cuando posaba su pie en la Luna, "un pequeño paso para un hombre pero un gran salto para la Humanidad" como él mismo dijo. La aventura espacial es sin duda la gran hazaña del pasado siglo que, como todas las grandes aventuras humanas, se asienta en el coraje y determinación de unos pocos aventureros -las probabilidades de fracaso del Apolo 11 se cifraban en un 50% y Nixon ya tenía preparado un discurso por si se daba esa dramática situación- pero también del impulso de toda una sociedad implicada en esa aventura. De igual modo que Colón supo liderar el empeño español de llegar "a las Indias por Occidente", que cambiaría el mundo y nuestros conocimientos, los EE UU, implicados en la carrera espacial contra la URSS, no dudaron en invertir dinero, esfuerzo y personas, para triunfar en la aventura espacial, un logro que ayudaría de forma determinante al desarrollo de la ciencia y sin el que no comprenderíamos el mundo que hoy tenemos.
Hoy, en plena crisis mundial, sólo los chinos, parecen dispuestos a seguir apoyando la exploración espacial. Quizás sea un símbolo del nuevo imperio emergente y de lo que nos depara el futuro. El ejemplo de Neil Armstrong o la increíble peripecia de los Voyager o de la sonda Discovery nos recuerdan el mejor rostro de nuestra especie, capaz de logros magníficos en pos de su pasión por conocer y llegar más allá.