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Pasó el tiempo de las dudas

Podrá gustar más o menos su carácter, su forma mohína de aceptar una derrota cuando acude a una gala en calidad de nominado para un gran premio, algo que volvimos a ver en Mónaco. Pero resulta absurdo cuestionar sus números y su rentabilidad. Cristiano Ronaldo, a diferencia de otros, ya ha amortizado su fichaje. Y lo que es más importante. Si acudes al mercado hoy, salvo Messi, no hay nadie que te puede garantizar un número de goles tan brutal ni un impacto mediático parecido. Algunos de sus problemas de imagen, también habrá que reconocerlo, nacen de su ansia desmedida por el ser el número uno, por que su equipo lo gane todo. Esa permanente obsesión le perjudica en el plano individual pero acaba incentivando al grupo.

Mejor pecar de eso que de indolente. Por otro lado, tal obsesión por alcanzar el punto máximo de perfección, se ha ido atemperando. No hace tanto se le criticaba porque frente al Barça ofrecía su peor versión. Tras cinco partidos consecutivos marcando al eterno rival, ahora son otras las cantinelas que le persiguen. Lo mismo ocurrió cuando rompió en la final de Copa disputada en Valencia con la teoría de que en las finales se sentía superado. Sabe que para cerrar el círculo debe lograr la Décima. Seguro que es su próximo reto. Y comprobando que se ha convertido en una especie de bestia negra para el Barça, debería servirle para olvidarse un poco de Messi y también de los títulos individuales, que en fútbol tienen un valor simbólico.