Las montañas de verdad

Dice Purito Rodríguez que en el tríptico de montaña que encadena las etapas de Ancares, Lagos de Covadonga y Cuitu Negru va a reventar alguno de los cuatro grandes de esta Vuelta a España. Lo sostiene porque hasta ahora se han dado ya mucha leña, en etapas y puertos que poco tienen que ver con los que se van a subir durante estos tres días. Es posible que alguno se desinfle, sí… Incluso sería lo lógico. Aunque la probabilidad disminuye si todos se esperan al último puerto para dar un mordisco al que sumarle las bonificaciones (una táctica que, por cierto, favorece a Purito y Valverde).

Si lo miramos desde otro prisma, más que el hundimiento de uno del cuarteto podríamos contemplar también la posibilidad de que se añada algún otro favorito a la pelea. ¿Por qué? Pues porque gente como Gesink, Mollema, Antón o Talansky están a una distancia en la que todavía no han dicho la última palabra, aunque su única opción pasa por no esperar al último puerto. ¿Por qué no intentarlo? Sola esa actitud podrá meterles en la puja y, de paso, comprobar el potencial real de los cuatro fantásticos. Me remito al ejemplo de De Gendt en el Giro de Italia: la valentía le aupó al podio.

 

De momento, la Vuelta ha cumplido su objetivo de llegar a la parte decisiva con una situación de igualdad (cuatro ciclistas metidos en 1:20 minutos) y con la expectación en aumento (la contrarreloj del miércoles y la llegada al Mirador de Ézaro del jueves alcanzaron 1,7 millones de audiencia). Esto se ha conseguido gracias a varios factores, pero especialmente por el recorrido y por la participación.

El hecho de ir intercalando llegadas en alto (las famosas cuestas de la Vuelta) con etapas llanas ha servido para mantener el interés y las audiencias, en una época de la temporada en la que es más difícil captar al gran público. Si a eso le añadimos un trazado de la contrarreloj duro, diseñado para penalizar a los especialistas y para favorecer a ciclistas del perfil de Purito; y las bonificaciones finales, que mantienen en la pelea al propio Purito y a Valverde, pues ya están todos los ingredientes para estirar la igualdad hasta el tríptico decisivo.

 

Luego está la participación. La presencia de Alberto Contador ya era un reclamo por sí solo, pero si a eso añadimos un ‘enemigo’ extranjero del calibre de Chris Froome, segundo en el último Tour, ya tenemos el duelo servido. Por si eso fuera poco, que no lo es, la presencia en cabeza de dos ciclistas locales tan carismáticos como Purito y Valverde ha redondeado la jugada para la Vuelta.

Eso sí, la fórmula vale, a mi entender, para mantener esa expectación en la primera mitad. Pero llega un momento en el que también cansa ver siempre el mismo desenlace. Igual que en las etapas llanas domina Degenkolb con cuatro triunfos, las cimas también las acaparan Purito y Valverde con dos victorias cada uno. Sé que la audiencia de Ézaro no ratifica mis conclusiones, pero, sinceramente, yo en el muro gallego ya no disfruté tanto como en Arrate o en el Fuerte Rapitán, porque me sonó a algo ya visto… Porque el cuerpo ya me pide otra marcha: la montaña de verdad.

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