El abrazo pendiente con el Niño
Quinta final del Atlético en poco más de dos años, la cuarta europea, la proeza convertida en costumbre. Pero con un matiz nuevo, que la agranda emocionalmente. Una cita esperada y pendiente, hasta cuatro veces pospuesta. El reencuentro con El Niño. Un momento especial y conmovedor. Pese a todo, a la fuga y la palabra incumplida, esa gente le quiere. No ha dejado de hacerlo. Un cariño extremo y correspondido. Porque Torres no ha hecho otra cosa desde que se fue que proclamar su pertenencia, de escenificarlo hasta la exageración, de colocar el escudo en lo más alto de sus celebraciones.
Y así sigue estos días, pregonando sin esconderse el color de sus latidos, cuidando lo rojiblanco, exhibiendo nerviosismo por cómo será el instante. Hasta cediendo de palabra su sitio en el santoral a sus sucesores, que sí ganaron los títulos que él se dejó sin ganar. Y ahí dice la verdad. Pero también miente. Porque de muchos de esos otros ningún atlético se quiere ya acordar. Ganaron, pero hicieron daño. Por eso Torres es más. Por eso Mónaco le aplaudirá hasta hacerle llorar. Pase lo que pase.