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Asumir el error costó demasiado

En fútbol, cuanto más costosa es una equivocación más difícil resulta asumirla, porque se piensa que el tiempo acabará acompasando el precio del jugador con su valía, que un día concluirá la aclimatación, que cuando la estrella esté físicamente de punta en blanco volverá a brillar. Pero a veces no sucede. Con Kaká no ha sucedido como no sucedió con Prosinecki. El tiempo ha jugado siempre en contra del Madrid. La paciencia con un fichaje bandera ha acabado por depreciarle terriblemente.

Kaká fue el gran golpe de autoridad de Florentino frente a Calderón, su antecesor, que persiguió la presa sin éxito. Balón de Oro con menos quilates que Messi, Cristiano o Ronaldinho, aunque suene a ventajista decirlo ahora, al pie del árbol caído, siempre dio la impresión de que lo mejor de su carrera quedó en Italia. En su primer año en el Madrid metió la mitad de goles que en su último en el Milán. Muchas lesiones, pocos minutos y un aire permanente de falta de compromiso (tardó más de un mes en operarse tras su dolencia en el Mundial 2010). El Madrid ya no le ve recuperable y busca un precio que minimice los daños en su balance, pero quedárselo puede resultar más caro que venderlo a precio de saldo. Y más incómodo para Mourinho.