Los vecinos londinenses no quieren misiles tierra-aire en sus azoteas

Los vecinos londinenses no quieren misiles tierra-aire en sus azoteas

Temor. Los responsables militares y civiles de los Juegos Olímpicos de Londres están preocupados con la seguridad. No hay que olvidar que pocos días después de la nominación, el Metro de la capital británica fue atacado por integristas islámicos. Hubo cuatro explosiones que causaron 56 muertos. Las autoridades británicas intentan blindarse ante los Juegos. Habrá misiles tierra-aire por doquier, algunos en edificios residenciales y en sus azoteas, como el del barrio de Leytonstone, de 17 plantas. Los vecinos han reclamado, pero el Tribunal Superior londinense no ha aceptado ni siquiera tramitar esta reclamación.

Seguridad. Hasta Múnich 1972 los Juegos tenían unas medidas de seguridad discretas. Nadie se imaginaba que alguien iba a atentar contra deportistas. Pero en la ciudad bávara el grupo palestino Septiembre Negro secuestró a deportistas israelíes y en el enfrentamiento entre la policía alemana y los terroristas resultaron muertos once israelíes, cinco palestinos y un oficial alemán. Israel ofreció ayuda para rescatar a sus atletas, pero no le fue aceptada. Posteriormente, organizó una caza del resto de terroristas, la mayoría de los cuales fueron ejecutados por diversos comandos secretos. Steven Spielberg lo reflejó espléndidamente en la película Múnich, basada en la novela Venganza, de George Jonas, que recomiendo.

Espacio aéreo. La primera vez que se cerró el espacio aéreo en unos Juegos fue en Moscú 1980. Era una época en la que la Guerra Fría estaba en su apogeo (caliente, vamos) y la Unión Soviética temía un ataque norteamericano, que no existió. Había misiles preparados y cañones antiaéreos sobre los puentes del río Moscova. Y militares por todos lados. Estados Unidos y otros países occidentales habían boicoteado los Juegos a causa de la invasión soviética de Afganistán.

Agresión. A nivel menos dramático, un fallo de seguridad no pudo impedir que el maratoniano brasileño Vanderlei de Lima fuera agredido en el kilómetro 36 del maratón de Atenas 2004 por un tal Cornelius Horan, experto en montar números raros, que ha pasado a la historia vergonzante de los Juegos. De Lima iba primero, pero perdiendo distancia con sus perseguidores. Ganó el italiano Stefano Baldini y fue segundo el estadounidense de origen eritreo Mebrahton Keflezigii, y el brasileño acabó tercero. Se pidió para él que se le adjudicase la medalla de oro, compartida, pero el Comité Olímpico Internacional rehusó y le concedió el galardón Pierre de Coubertin. Premio de consolación.