Yo digo Juanma Trueba

La cigarra, la hormiga y el fútbol

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Raúl cumplió 35 años en junio y Guti cumplirá 36 en octubre. Uno sigue en la brecha y el otro parece dispuesto a dejar el fútbol. Si se confirma su adiós (los toreros van y vuelven), Guti se despedirá como una promesa. Se marchará con el aprecio de la crítica y con el recuerdo de sus sutilezas (aquel taconazo en Riazor), pero sin disputar un solo minuto en tres finales de Champions y sin jugar ningún torneo internacional con la Selección española. El dato es demasiado concluyente para atribuirlo a la casualidad o al infortunio. Mientras Raúl se labraba una carrera cimentada en la regularidad y el trabajo, Guti alternaba los prodigios con las ausencias. Dicho de otro modo: a Raúl no le despistó nada y a Guti casi todo.

La historia se conecta con el relato de la hormiga y la cigarra, pero no es exactamente igual. Guti tiene recursos suficientes para pasar junto a una amorosa chimenea los inviernos de las próximas décadas. A poco bien que se administre, no echará en falta el dinero. Su melancolía será otra. Cuando repase su carrera lamentará no haberse entregado al fútbol en cuerpo y alma durante un año, quizá dos. Lo bastante para no tener que visitar la casa de Raúl cada vez quiera observar las copas que ganó y las que pudo ganar.

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