Producto de primera necesidad
Sólo como posibilidad suena bien. El Atlético llevaba tiempo, años y años, sangrando por el mismo lugar (al margen del palco, no se hagan líos), la creación del juego. Desde Ibagaza no había asomado nadie con capacidad para organizar el juego, aguantar la pelota, marcar el ritmo, irse de uno y dar el último pase. Para bajar el balón y entregarlo dulce al compañero, para crear y mandar. Hasta que Diego llegó y dejó al Calderón con la boca abierta. Y eso que su leyenda no invitaba a ponerse en lo mejor. Parecía perdido para la causa del fútbol europeo. Pero se cruzó el Atlético. Diego fue un portento incluso con Manzano dando órdenes. También con Simeone, que hasta le suavizó (a costa de Adrián) los sacrificios defensivos. Hubo un Atlético el curso pasado con Diego y otro sin él (problemas musculares, eso sí). No sólo jugó, hizo jugar. Y enamoró a la hinchada. También en Bucarest.
Al fin un jugador creativo que marca diferencias por el medio. Pero su vínculo contractual, una cesión sin opción de compra, hizo que la carroza se volviera calabaza a las doce en punto. Diego tenía que volverse a Alemania. Un golpe bajo de desilusión. El futbolista grita que quiere regresar a Madrid, pero las arcas del club no soportan una ficha tan elevada. Y su representante es su padre, no uno de los dos titulares. El Atlético le dio por despedido... Y ahora de repente se abre una puerta para el regreso. Una ilusión. O no. Más que eso: una necesidad.